
Resulta asombroso observar como el ser humano,
desde sus orígenes, ha sido capaz de desarrollar, tanto obras de arte majestuosas,
como de destruir su entorno y el de sus semejantes. Esta dualidad, en su
comportamiento, es parte de su naturaleza.
Como costarricense (nacional de un país que, desde finales del siglo XX, declaró, unilateralmente, su neutralidad perpetua, activa y no armada) diplomático y artista digital, considero que la posibilidad de realizar arte, en mi caso “arte digital”, representa una manifestación de la capacidad constructiva que tenemos como individuos.
Mi realidad y visión de mundo me hacen creer, firmemente, que tanto el arte, como la diplomacia, representan áreas del conocimiento humano que se encuentran vinculadas. El Arte representa nuestras experiencias, vivencias, sentimientos y, reconociendo nuestras propias idiosincrasias, busca acercar y compartir lo mejor y más destacable de nuestras culturas y naciones. ¡Es un medio para unir!
En este orden de ideas, el historiador romano Diógenes Laercio, señalaba que: “la cultura es un adorno en la prosperidad y un refugio en la adversidad». Los artistas, hoy en día, al igual que los diplomáticos, podemos ser identificados como “adornos” en la prosperidad y “refugios” en la adversidad.
En tiempos de paz, como un adorno, hacemos resaltar, mediante el conocimiento y la habilidad con la que contamos, las grandes cualidades humanas. Con ello, somos un aliciente para consolidar el desarrollo presente y futuro de nuestros pueblos.
En tiempos de guerra, como un refugio, somos más importantes: ofrecemos calma y seguridad, mediante tonalidades de esperanza, prestigio, trabajo constante y desarrollo inclusivo, con lo que brindamos un antídoto ante el veneno bélico.
Adolfo Felipe Constenla Arguedas
Diplomático y artista digital costarricense